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martes, 22 de junio de 2010

Nuestro desierto del bicentenario

La vida, en su inmensidad, si mal no recuerdo, cabía dentro de los linderos de un pañuelo. Cada día el sol presidía en el punto más alto y desde su solio real nos guiñaba el ojo, mitad caricia, mitad ardor. Cada noche descendía sobre nosotros el tibio manto y la noche en su infinita y galáctica bondad, derramaba una lluvia de estrellas que podíamos tomar en nuestras manos, reflejadas en los charcos. Hoy, en nuestro desierto, el agua se ha secado, el sol está serio, la noche es triste, las golondrinas han migrado, la sangre chorreada se seca sobre las piedras. Sólo las moscas están contentas. La gente huye a la tierra de Nod . Sobre el dolor galopa el caballo del miedo y la niebla de arena, narcotiza a nuestra mirada.


sábado, 3 de abril de 2010

Fontana láctea

Una cosa es leer sobre los perros y los lobos que aúllan en la noche de luna llena. Algo diferente es que alguien te cuente sus memorias de escuchar a los perros y lobos aullando en la noche de luna llena. Lo indeleble es haber escuchado durante horas a mis compañeros caninos unido al coro de los lobos del desierto aullando en la noche de luna llena. Un aullido no lastimero sino amoroso al sentir a la luna como fuente de leche tibia o queso camembert. Aullido amoroso bajo el velo plateado, vaporoso, que mece suavemente, los sentires de perros, lobos y humanos bajo la luna llena en el desierto. Mañana será mañana, en esta noche nos sumergimos en la fontana láctea amorosa…la prístina fontana.