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jueves, 11 de junio de 2015

Los trabajos del alma


Cara de piedra, cara de palo, cara de “poker”, cara de payaso, cara de acero, cara  de yeso –y de cuanto material que sea duro- Todo ésto para referirnos al aspecto de un rostro humano. Del tierno, suave, blando, sonrosado rostro de un bebé a los rostros que se pasean por la calle o están recluidos, tendidos en una vereda, ahogados por el alcohol u otras sustancias  o con la mirada perdida a través de un cristal en un asilo…hay gran diferencia. La acumulación de experiencias y tiempo. Pese a todo ,  cada rostro humano sigue y seguirá siendo un libro abierto que podemos leer y en el que nos podemos mirar como en un espejo. Sabedor de estos finos pliegues del cuerpo y del alma humana  A.Huxley anotó breve y sabiamente: La cara no es jamás opaca del todo; el alma se muestra a través de sus muros.

lunes, 16 de junio de 2014

Mucho marco y poco cuadro




GPH
Llegar a clasificar para participar en el campeonato mundial de futbol como ahora en Brasil tiene su mérito. Algunos países llegan de panzazo pero llegan. Otros, en cambio, arriban con sobrados méritos. Pero ¿qué sucede?  En el campo de juego se dan situaciones  impensadas. Por ejemplo, que los grandes se hacen chiquitos y los pequeños crecen y dan el campanazo. Partidos que se antojaban ricos en arte futbolero y en inspiración, terminan planos y lindando en el tedio de lo que nadie quiere ver: un empate a cero goles. Por lo contrario, algunos jugadores despiertan y saltan al campo con un derroche de energía, entusiasmo contagioso e inspiración. En el nivel personal sucede lo opuesto: jugadores resplandecientes que se tornan estrellas apagadas ,frías, opacas.  Así pues llegamos al punto de decir que hay equipos y jugadores a quien se les aplica lo que dicen los viejos de nuestro amado desierto: Mmhh , se me hace que este es mucho marco para tan poco cuadro.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

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Julio le escribió a su querida amiga María y le mostró con palabras lo siguiente: “Quisiera poder mostrarte, por ejemplo, un atardecer en el Pont du Carroussel. Venía del Louvre con una amiga, y nos paramos a mirar Notre-Dame, lejana, entre una bruma azul.Entonces, en menos de un minuto, ocurrió el milagro, la locura absoluta. Los faroles de gas se encendieron de golpe, y la piedra de los pretiles, yo no sé por qué mezcla de aire y luz, se puso intensamente rosa. Nosotros la mirábamos mudos. Entonces vimos que la proa de la Cité y las torres lejanas habían pasado instantáneamente a un violeta profundo, ya la vez el río estaba verde, un verde lleno de oro. Yo cerré los ojos, desesperado al comprender que eso no podía durar, que esa cosa veneciana iba a degradar instantáneamente a perderse…pero duró, dos o tres minutos, el tiempo de ver subir las primeras estrellas. Nos fuimos de allí sin poder hablar, demasiado felices para decir que lo éramos”. Me asombra ese detenerse en medio de un puente suspendido sobre la nada para contemplar. Me asombra que uno llegue al lugar adecuado en el momento preciso y a eso le llamamos milagro. Los milagros nos dejan mudos. Unos de los milagros que se derraman sobre el mundo es el rosicler vespertino que suaviza a las tristezas, dolores y nostalgias humanas. Hay una cierta y precisa desesperanza al constatar que todo, comenzando por lo más hermoso es breve, fugaz, transitorio.Estamos ante la impermanencia búdica que en su brevedad nos devela el gozo de lo sublime. Lo sublime no necesita de palabras sino de silencio compartido en una silenciosa complicidad para toda la vida.

-Maria Jonquiéres de Buenos Aires