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domingo, 27 de diciembre de 2015

Mensaje de la mano




Visité la casa-estudio de Diego Rivera, el gran Diego. Tanto se ha escrito y se escribirá sobre Diego y siempre tendremos una nueva luz sobre ese gran mexicano universal. Cuando decimos Diego, brota de su lienzo el pintor cuya mayor pasión en la vida fue pintar. Para casi todo estuvo preparado Diego: para la pobreza, para la abundancia, para la carencia, para el amor y el abandono. Pero llegó un día envuelto en bruma, como un cansado barco que jadeante acodera en el muelle. Ese día sabido, temido en parte, llegó. Todo se resumió en una breve expresión: Al gran Diego, ese día, su mano no le obedeció. En ese espejo me veo, en ese espejo nos veremos.


viernes, 15 de octubre de 2010

No sabíamos

Un día, alguien pintó,
otro día alguien compuso una canción,

otra noche fue el nacimiento de un poema.

Así sucedió, un día fueron jóvenes y desconocían su destino que hoy admiramos convertido en

el gran escritor,

el gran pintor,

el gran músico  -igual hombre que mujer, igual mujer que hombre.

Uno expresa lo que siente que debe salir y volar para convertirse en palabra de otros y canción de otros labios, Mis Cartas no son la excepción. Mientras juego con las palabras recuerdo a Marina que nos dejó estas líneas:

Mis versos, escritos tan temprano
que no sabía aún que era poeta,
inquietos como gotas de una fuente,
como chispas de un cometa.

[1] Marina Tsvatáieva (1892-1941)