
Lo que voy a compartir sería incomprensible hace treinta años, pues no contábamos con la red -internet- y mucho menos con el servicio conexión inalámbrica -wi-fi-. Nuestro mundo ha cambiado y nosotros con él. El café de la esquina, por ejemplo, fue un lugar de lectura reposada del periódico, los suplementos y revistas culturales. El café, lugar de encuentro entre amigos para tomar el espresso y compartir sus inquietudes sobre la vida cotidiana, el acontecer nacional y mundial. Algunos acudían al cafe para escribir y de ahí han salido capítulos, cartas, ensayos, poesía, historia, novelas, guiones de radio y conferencias. Hoy, sin embargo, el café ha entrado en la corriente de ofrecer el servicio inalámbrico y algunos clientes lo exigen. Pero, como todo suele tener su excepción, encontré un cafecito en Córdoba que tenía un letrero similar que decía: No tenemos wi-fi, conversen entre ustedes. Le agradezco a la vida que nos dio el grano del café, las manos que lo sembraron cosecharon, tostaron, molieron y a quienes nos lo ponen humeante en la mesa en una blanca y pequeña taza de cerámica o porcelana.Y agradezco que todo ello sirva para encontrarnos con nosotros mismos y con quienes apreciamos, queremos y amamos...sin necesidad de contar siempre con la conexión a internet que -sin dejar de ser útil- no tiene que estar metida hasta en nuestra taza de cafe.