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sábado, 5 de marzo de 2011

Nuestros maestros


Una característica humana es cometer errores. Otra característica humana es aprender de los errores y superarlos. Un error es la muestra clara del nivel en que está nuestra limitación, torpeza, ignorancia, inhabilidad, etc. Para solucionar cualquier problema que se nos presente tenemos que descubrir  un nivel superior al nivel en que estuvimos en el momento de cometer  el error. De tal manera que, si no nos damos cuenta de esta condición, lo más seguro es que repetiremos el mismo error. Mi conclusión es que,  a los errores no hay que temerles, sino agradecerles que sean nuestros maestros para la vida y para el despertar de nuestra creatividad.

martes, 14 de diciembre de 2010

En un instante

Entre todas las emociones humanas la rabia, el enojo, la furia, es la más notoria, la más sensible y movilizadora en nuestras vidas. Esta emoción, por otro lado, es temida, poco entendida, poco aprovechada para humanizarnos, ocultada o sobreactuada destructivamente. En pocas palabras, es una arte el saber cómo conducir la propia vida cuando estamos bajo el embriagante estado de la rabia, la furia, el enojo. Me siento agradecido para con todos los maestros y maestra de vida que con su ejemplo y palabras le han dado luz a mi vida en la exploración y conducción de esta poderosa emoción. En esta ocasión quiero recordar sólo un punto que se resume así: En el instante que sentimos rabia, durante una controversia, dejamos de esforzarnos en buscar a la Verdad, en ese momento, y comenzamos a esforzarnos en ver sólo para nuestros intereses.

domingo, 1 de agosto de 2010

Leer,escribir,traducir


Mi infancia no sería la que fue sin la presencia de mi abuelo que me enseñó a leer en las hojas de diario El Pueblo y sin un maestro de literatura que me permitió ver el largo camino de la piedra áspera de las alturas cordilleranas . Bajo la suavidad intensa, perpetua, de las aguas del rio se convierte, al final del camino, en un canto rodado -que, sin perder su entereza, ofrece una suavidad como el agua misma. Leer, enseñar a leer al que no sabe. Escribir, enseñar a escribir a quien no sabe. Tareas formidables como la del canto rodado. Hay otra tarea titánica, traducir, para quien ignora, una carta de amor a otra lengua. Viene a mi mente la profesora retirada quien, en la estación central de los ferrocarriles en Rio de Janeiro, -sentada en un banquito sostenía en sus piernas una vieja máquina de escribir para dar a luz las cartas soñadas y rumiadas por los campesinos y las sirvientas –ágrafas, analfabetas- Viene a mi mente el joven Julio quien se hace cargo de la oficina de una amigo traductor sin título profesional y ahí conoce Freddy Guthman quien cobraba cinco pesos por escribirles unas cartas en inglés o en francés a cuatro o cinco prostitutas amigas que recorren la zona del puerto . Al joven Julio le parece interesante esa práctica de traducción, esa práctica de empatía psicológica con los sentimientos de las mujeres y durante un año consideró que sería cruel privarlas de ese servicio. Escribir, finalmente, es una traducción de las íntimas experiencias vividas puestas en el cauce de los vientos y en el cauce las aguas.