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martes, 28 de enero de 2014

Leer, conocer, desconocer




He vivido una escena conmovedora de camino a visitar a un amigo internado en una clínica. Pasé junto a una escuela primaria y pude ver a todo un salón de clase con niños en absoluto silencio absortos en la lectura. Un día anduve así, absorto en mis primeras lecturas de un viaje -que por fortuna sigue con las velas desplegadas-  en una travesía fascinante que aún no llega al puerto. Quien se inicia en la lectura tempranamente puede descubrir un modo particular de contemplar a los demás, al mundo y a la historia  -de manera gradual, casi imperceptible pues la lectura, como el arte, nos cambia. Nuestro querido Jorge Luis anotó, para nosotros, su vivencia de la lectura en los niños:

Las lentas hojas
vuelve un niño
y grave
sueña con vagas cosas
que no sabe.

Leer, curiosamente, es apuntar con una linterna que proyecta su rayo luminoso en la oscuridad …pero queda un inmenso mundo circundante en oscuridad. Por eso, hay mundos y mundos desconocidos que nos esperan.


sábado, 30 de marzo de 2013

Leer, amar, soñar






Hace unas horas me llegó una invitación de un Club del Libro que cumplirá 20 años de reunirse por el placer de la lectura y de la amistad. Me he preguntado ¿cómo se hace  un lector?. En la tarea, además de una mínima inclinación o predilección, esta la presencia familiar, escolar y otras circunstancias venturosas de la vida como lo que le sucedió aun buen amigo que se encontró un  libro sin tapa en un parque que le cambió la vida y lo introdujo en el reino de la lectura: Las meditaciones de Marco Aurelio. Cada cual de nosotros tiene su propia historia de cómo se hizo lector. En mi caso particular, cuenta sin duda la presencia de mi padre quien me acercó con cariño los libros para que los probara, como se echan unos granitos  de maíz a los gorriones por la mañana. A esta invitación se sumaron mis queridos profesores que circularon a lo largo de mi escuela hasta la universidad. Hoy resumo esta mínima historia con una de los comentarios de mi buen Jorge Luis Borges que más me llegan al respecto: El verbo leer, como el verbo amar y el verbo soñar, no soporta el imperativo. La lectura debe ser una de las formas de la felicidad y no se puede obligar a nadie a ser feliz. Magnífica trilogía –leer, amar, soñar-  para ser cultivada cotidianamente, como se cultiva el propio cuerpo con ejercicio, la imaginación con historias y cuentos, y la amistad con acciones generosas y desinteresadas al compartir nuestras lecturas y libros.