Junto a a la brevedad está nuestra habilidad para el olvido.
En la niñez y juventud no se perdona decir en el aula: no me
acuerdo, lo olvidé pues ipsofacto pronunciamos
una sentencia de muerte: no estudié.
Pasan los años y si digo “no me acuerdo” “lo he olvidado” a nadie o a casi nadie le importa y lo toman como lo
más natural -ya esta viejo, ya está
vieja…
La vida es olvido y el olvido se parece al periódico: voy al
kiosko, relucen los diarios de la
mañana, palidecen al medio día y se marchitan por la noche, al día siguiente
envolvemos pescado en ellos y para el tercer día no recuerdo una linea que valiera la pena. Los periódicos ,como la
vida breve, gracias al olvido dejan paso
al momento presente, al instante que es el vivir.
Me parece que hay equipos en este mundo:los memoriosos y los
desmemoriados. Los primeros…ya sabemos, se acuerdan del librero, de los libros,
de su orden, de sus colores y en qué capítulo, página y línea está el
versdículo que dice: ¡no me olvides! Yo
vivo en el segundo equipo donde guardo
una puesta de sol, el temblor de una hoja, la mirada de mi perro,la textura de
la palma tibia, el aroma del café,del cedro y el naranjo,esa mirada y esa sonrisa.
Olvidar es tan sano como aprender y memorizar en otro
tiempo. Olvidar es dejar paso a este instante en que puedo hilvanar estas palabras
que se cuentan como “bits” o ínfimo
latido, suspiro, susurro, anhélito del alma.
Eduardo Naranjo, Recuerdo sobre la pared, 1974
Eduardo Naranjo, Recuerdo sobre la pared, 1974