Cada pueblo tiene su sentido de la belleza, una estética propia -que es reflejo de su historia, de su ambiente natural marcado por el clima particular. Nuestro desierto ,desde tiempo ancestral, es para mí un mundo con artes brotadas de la tierra. Las casas se construyeron con adobe, tierra cocida bajo el sol. Sin ningún aderezo de color ni refinamiento al tacto -respetando la textura y el color natural de la tierra. Los muebles domésticos y de las escuelas fueron trabajados con madera al natural mostrando sus venas y la huella del tiempo, las ropas reprodujeron los colores de la tierra en variados tonos terracotta -tierra cocida- Los metales se trabajaron en yunque y forja para elaborar las herraduras, clavos, aparejos de labranza y transporte como ruedas para las carretas. El pulimento, el brillo, las finas texturas, los acabados brillantes y el colorido -que no fuera el de la tierra misma y el de los metales originales - no fueron importantes. Estas pequeñas observaciones nos muestran una relación de inmediatez, de comunión entre los hombres mujeres y su entorno que dio como resultado un mundo con artes de la tierra.
Es una antología de las Cartas del Desierto que trasmito en Radio Universidad 105.3 FM y 1310AM, Chihuahua. Mexico. Una mirada sobre el mundo, la vida y la historia Social desde el desierto Chihuahuense en el Norte de México. Escribo y comparto mis sentires mientras vamos de camino: Si estas Cartas te ayudan y las reproduces, cita al autor y a la fuente. ¡Gracias por escribir tus comentarios¡ -La vida abre la puerta,nosotros hacemos el camino-
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jueves, 23 de julio de 2015
jueves, 15 de enero de 2015
El que se queda
Lo que llamamos día es gracias al reinado
del sol
Lo que llamamos día es gracias la presencia
de las aves y flores que lo alegran.
Este mundo no sería pleno sin la
presencia del pequeñísimo gigante
llamado
colibrí, picaflor, chuparrosa, pico punzón, zunzuncito y en lengua zapoteca bu bu lú que significa, el que se queda en los ojos. Cuando llegaron los españoles no
conocían al colibrí y se quedaron estupefactos al verle por vez primera . El
más pequeño de los pajaritos, con la mayor cantidad de nombres. Nuestro
desierto no está privado de su alegre presencia y su nombre zapoteca ha llegado
a mi vida: el que se queda en los ojos.
jueves, 29 de mayo de 2014
El viento
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GPH |
domingo, 7 de julio de 2013
Tiempos y espera
La gente de campo en nuestro desierto es
vieja observadora y conocedora de los cielos de día y de los estrellados. Los
cielos son sus libros, es su cieloteca.
Que si el sol desangrado y los cielos rojizos, que si los vientos del sur en la
mañana y del norte al atardecer, que si las nubes que asoman por la mañana y se
siguen de largo aumentando el ansia de una gota de agua, ¡una!. Y así un día y
otro también y la estación de los fríos ,de los brotes y de los escasos frutos,
el volar de las hojas y vuelta el frío. Y con el amor sucede lo mismo, ansia y espera,
ingrediente esencial. Desde tierras secas y hermanas Antonio Gala nos envió
este verso inolvidable: Aceituna en
invierno, trigo en verano. No te tardes bien mío, que yo te llamo.[1]
lunes, 29 de abril de 2013
Me sostienen
Solemos pensar que ser un yo o tener un yo
es algo sólido y que sólo me pertenece a mí.
En estos días en que la primavera vuelve
a llamar a nuestras ventanas en el desierto he releído algunos párrafos
de mi querido profesor Hajime Nakamura quien, en su poética lengua japonesa,
decía algo que en mis palabras resumo así: Me debo a mis padres, a través de
ellos llegué al mundo y me dieron un nombre y así me llaman. Pero mi ser se
debe no solo a mis padres sino a los padres de los padres de mis padres y al
sol ,el viento, el agua. Por más lejos que está el sol y sus rayos tardan en llegar,
gracias a ellos estoy con vida. Es decir, la idea de mi yo como algo
independiente no tiene sustento pues para poder escribir estas líneas y
respirar y suspirar y amar ,tengo a todo el universo que me acompaña, me nutre,
me sostiene bajo mil rostros naturales y humanos que me aman.
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